La importancia de la saliva
La boca segrega constantemente saliva a través de seis glándulas salivares:
dos parótidas, dos submaxilares y dos sublinguales. Dichas glándulas llegan a
segregar de uno a dos litros de saliva diarios, aunque se sabe que la producción
disminuye durante la noche al igual que en edades muy avanzadas o como efecto
de algunas enfermedades y sus tratamientos. La saliva actúa estabilizando el
pH de la boca por medio de una composición rica en carbonatos y fosfatos. Una
alimentación excesivamente rica en azúcares refinados o harinas pone en jaque el
equilibrio alcanzado mediante la saliva, puesto que acidifica el pH bucal.
Bajo esta circunstancia, y de no mantener una higiene bucodental adecuada,
proliferan gran cantidad de bacterias y microorganismos. Además de desempeñar
un papel importantísimo en la higiene de la boca e intervenir en el proceso
digestivo, aportando enzimas al bolo masticado para transformar el almidón, la
saliva posee calcio y flúor, que ayudan a remineralizar los dientes y mantener
el esmalte. También ayuda a la lengua, permitiendo a las papilas gustativas
identificar mejor los gustos. Técnicamente, la disminución de saliva recibe el
nombre de hiposalivación, mientras que la sensación de sequedad bucal se
denomina xerostomía y la producción excesiva, sialorrea.
La saliva está compuesta en un 95% de su volumen por agua, el 5% restante
lo integran sales minerales como iones de sodio, potasio, cloruro, bicarbonato y
fosfatos. El agua permite que los alimentos se disuelvan y se perciba su sabor en
el sentido del gusto. Los iones cloruro activan la amilasa salival o ptialina; mientras
que bicarbonatos y fosfatos neutralizan el pH de los alimentos ácidos y evitan
la corrosión bacteriana. La textura viscosa de la saliva permite la lubricación del
bolo alimenticio para facilitar la deglución y el tránsito a lo largo del tubo digestivo.
Recientemente se han identificado también sustancias como la lisozima, de acción
bactericida; la ptialina, una amilasa que hidroliza el almidón ya en la boca y da
comienzo a la digestión de los hidratos de carbono, y otros compuestos como
transferrina o lactoferrina, inmunoglobulinas específicas.
La boca segrega constantemente saliva a través de seis glándulas salivares:
dos parótidas, dos submaxilares y dos sublinguales. Dichas glándulas llegan a
segregar de uno a dos litros de saliva diarios, aunque se sabe que la producción
disminuye durante la noche al igual que en edades muy avanzadas o como efecto
de algunas enfermedades y sus tratamientos. La saliva actúa estabilizando el
pH de la boca por medio de una composición rica en carbonatos y fosfatos. Una
alimentación excesivamente rica en azúcares refinados o harinas pone en jaque el
equilibrio alcanzado mediante la saliva, puesto que acidifica el pH bucal.
Bajo esta circunstancia, y de no mantener una higiene bucodental adecuada,
proliferan gran cantidad de bacterias y microorganismos. Además de desempeñar
un papel importantísimo en la higiene de la boca e intervenir en el proceso
digestivo, aportando enzimas al bolo masticado para transformar el almidón, la
saliva posee calcio y flúor, que ayudan a remineralizar los dientes y mantener
el esmalte. También ayuda a la lengua, permitiendo a las papilas gustativas
identificar mejor los gustos. Técnicamente, la disminución de saliva recibe el
nombre de hiposalivación, mientras que la sensación de sequedad bucal se
denomina xerostomía y la producción excesiva, sialorrea.
La saliva está compuesta en un 95% de su volumen por agua, el 5% restante
lo integran sales minerales como iones de sodio, potasio, cloruro, bicarbonato y
fosfatos. El agua permite que los alimentos se disuelvan y se perciba su sabor en
el sentido del gusto. Los iones cloruro activan la amilasa salival o ptialina; mientras
que bicarbonatos y fosfatos neutralizan el pH de los alimentos ácidos y evitan
la corrosión bacteriana. La textura viscosa de la saliva permite la lubricación del
bolo alimenticio para facilitar la deglución y el tránsito a lo largo del tubo digestivo.
Recientemente se han identificado también sustancias como la lisozima, de acción
bactericida; la ptialina, una amilasa que hidroliza el almidón ya en la boca y da
comienzo a la digestión de los hidratos de carbono, y otros compuestos como
transferrina o lactoferrina, inmunoglobulinas específicas.
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